El debate está servido. De nuevo determinados grupos interesados vuelven a unir los términos “violencia” y “mujer”.
Cuidado, que ya lo estoy viendo venir, asentemos las bases, no estoy negando la violencia de género. Cualquier tipo de violencia es execrable, pero si alguna repugna especialmente, esta es la de género.
A día de hoy, determinadas organizaciones y partidos políticos necesitan mantener una constante tensión para obtener ciertos beneficios, llámense subvenciones o votos. Lo novedoso es que, en esta ocasión, han unido los términos de “violencia” y “mujer” con el de “obstetricia”. Hablan de que el 44% de las mujeres que han parido han sufrido violencia obstétrica. Qué barbaridad, nos estamos volviendo locos.
Hace 33 años que me dedico profesionalmente al cuidado de la salud, de los cuales, los últimos 25 en calidad de comadrón (me gusta utilizar el término clásico), cuidando la salud de la mujer y de sus familias. He visto casi todo en obstetricia (el “casi” es lo que me mantiene profesionalmente vivo). Pero lo que nunca he visto, os aseguro que lo recordaría, es a un compañero/a ejerciendo la violencia contra una mujer en un paritorio. Indudablemente, en cualquier colectivo profesional existen individuos mejor formados y peor formados; individuos que, en su inmensa mayoría ejercen una praxis correcta y, en algunas pocas ocasiones, incorrecta. Los puede haber hasta negligentes, pero no violentos. Si algún profesional mostrara un comportamiento violento hacia la mujer en un paritorio, indudablemente estaríamos ante un psicópata.
Los compañeros que se dedican a la obstetricia y yo mismo, somos vocacionales. Nadie trabajaría por la noche, en festivo o en nochevieja, si no fuera por una razón vocacional. Nuestro prurito profesional nos obliga a estar actualizados en nuestro quehacer diario y a dar lo mejor de nosotros en cada parto. Creo que somos dos colectivos, matrones y ginecólogos, altamente responsables y respetables. El termino de “violencia obstétrica” y el intento de catalogarla dentro de la ley de violencia de género no puede más que disminuir la confianza y seguridad de nuestras pacientes, además lo considero un grave atentado a nuestra honorabilidad colectiva.
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