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Mi parto, una supuesta noche larga…

 
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Mi parto, una supuesta noche larga…
de Bas de los Reyes - miércoles, 20 de febrero de 2008, 12:18
 

Hola a tod@s, el 14 de Febrero San Valentín vino cargadito con el mejor de los regalos: mi hijo Tomás, que ha cambiado nuestras vidas para siempre y nos llena de amor y felicidad.

Hacía seis días mi gine me había dicho que ya estaba dilatada de 2 cm y el cuello del útero estaba borrándose, y que todo parecía presagiar que en breve y de forma rápida saldría Tomás. He de decir que creo que los consejos de Antonio me ayudaron mucho a la hora de dilatar y de estar preparada (estimulación de pezones, caminar a tope, y todo lo demás…), así las que estéis en la semana 37 poneos las pilas.

Los siguientes días me los pasé esperando el momento en que sintiera contracciones o rompiera aguas, cualquier signo evidente de que debía marcharme al hospital. Sólo notaba de vez en cuando contracciones de Braxton Hicks y un pequeño dolor en el pubis cuando caminaba.

El mismo día 14 de madrugada, a la una, sentí un dolor muy, muy fuerte que me despertó de golpe: mi primera contracción. Ocho minutos más tarde venía la siguiente y en la tercera desperté a mi marido: ‘Vamos a controlar el tiempo, pero creo que ha llegado momento’.

Pues eso, una hora y media más tarde, con contracciones regulares cada cinco minutos aproximadamente, duchaditos y preparados nos fuimos hasta Vistahermosa. La última frase que le dije a mi marido antes de salir de casa todavía me emociona: ‘Nos vamos dos, pero volveremos tres’.

Una vez allí (llegamos a las 3:35 de la madrugada), la matrona me examinó y me puso monitores, y concluyó que estaba de 2,5 cm y el cuello prácticamente borrado, y que las contracciones efectivamente eran de parto pero unas más fuertes que las otras y me dijo una frase que no olvidaré ‘Esto va para rato, la noche es joven…’. Me dijo que como muy pronto daría a luz a las once de la mañana y que lo más probable es que fuera hacia mediodía.

Nos dieron habitación y me dijo la matrona que se pasaría sobre las ocho o las nueve, entonces juzgaría cuándo me pondrían la epidural, porque, además, como era de noche para qué iban a molestar tontamente al anestesista.

Serían ya las cuatro y pico y yo cada vez sentía más y más dolor, no pasaban los minutos, se me juntaba una contracción con otra, yo soporto bastante bien el dolor pero eso era insoportable, estaba mal sentada, peor de pie, peor tumbada, peor en el baño, y en fin, muy mal. A las seis de la mañana le dije a mi marido que por favor llamara a la matrona que no podía más, pero él me animó a que aguantara que era muy pronto, que lo estaba haciendo muy bien, y yo pensaba que tendría razón, que seguramente iba a parecer una primeriza medio loca, así que aguanté y aguanté, pero a las siete menos veinte le dije que o iba él o salía yo a buscarla, y entonces fue, claro.

Vino la matrona, me examinó, se quedó blanca y me dijo que estaba de casi ocho centímetros, que estaba de parto, y que no daba tiempo a ponerme la epidural. Entonces me arrepentí de no haber ido a buscarla un par de horitas antes y dejarme de remilgos. Llamó a mi gine y al anestesista (casi les da tiempo a llegar), y me bajaron a toda prisa al paritorio. Mi gine, Mariana Gómez, y el anestesista, un señor cuyo nombre desconozco pero que fue tremendamente dulce conmigo, se portaron de maravilla e hicieron que todo fuera rápido y pareciera sencillo, incluso cuando costó ponerme la anestesia intradural (creo) porque tenía contracciones cada minuto o así. Estaba ya de diez centímetros. Mi gine entonces llamó a mi marido y le dijo 'ven, asómate a ver al rubiales', y todos nos pusimos a reír.

Pues eso, gracias a estos profesionales y a los consejos de Antonio, con cuatro empujones a las 7:46 Tomás ya estaba fuera, justo en ese instante mi marido tuvo que salirse del paritorio porque sintió que se mareaba al ver la episiotomía, y el pobre se perdió los primeros instantes de vida de nuestro niño. Yo me puse a llorar y a decir ‘¡qué guapo, qué guapo!’, y, por supuesto, ese es el momento más importante de mi vida, todo era felicidad, y cuando por fin entró su padre los dos terminamos llorando juntos de emoción.

En fin, como véis el parto en sí cabe en un párrafo, lo duro fue el pre-parto (suele ser así). Mi consejo para futuras mamás es que no sean remilgadas y si tienen intención de ponerse la epidural, vayan cada poco tiempo (sus parejas) a pedir a la matrona que les observe, porque si a mí me hubieran ahorrado dos horitas de sufrimiento podría concluir que todo mi proceso de parto fue maravilloso, pero desgraciadamente no fue así. Aún así, visto desde la distancia de los días, al fin y al cabo fueron cuantas horas (y no día y medio como estimó la matrona), así que aunque doloroso, fue corto y lleno de emociones irrepetibles.

Espero que tengáis unos partos maravillosos y haced caso a los consejos de Antonio, seguro que os ayudarán, y ya veréis cómo os cambia la vida el chiquitín o chiquitina que está a punto de nacer. Aquí os dejo una foto de Tomás con un día de vida.